Desánimo


Inhala profundo
exhala
resopla.
Se siente al borde.
Quiere ver la luz.
Nada.
Sus bríos decaen.
Desea claudicar
decir ¡Basta!
¡No quiero más!
hasta aquí llegué!

La oscuridad que la rodea
es tan infinita,
así, como la eternidad.

Y el desánimo la invade.

El desánimo, ¡ah!, el desánimo, amigos míos
es una cosa seria.



Desánimo
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


¡Basta!


Cada mañana al abrir los ojos, un nuevo desafío la esperaba y entonces ella subía a su barcaza y en medio del río, sin importarle que sus aguas estuviesen mansas, turbulentas, límpidas o turbias, comenzaba a remar.


Remaba... remaba... remaba... hasta que un día se cansó y pese a que  esta vez el aroma a primavera de la rivera endulzaba su olfato y el verde costero le regalaba su serenidad y quietud, dejó los remos sobre el borde y se hundió.  


¡Basta!
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha


Pedernal


Hace como 300 millones de años la tierra era un súper continente. Todo tierra.  Pangea se llamaba.

 Luego comenzó a dividirse y nacieron los continentes. Éstos se llenaron de árboles verdes de todo tipo, de flores y otras plantas y de animales también.

En nuestra  Patagonia crecieron las araucarias, las lengas y los cipreses que, en el paciente caminar del tiempo fueron muriendo para dar nacimiento a otros árboles y sus añosos restos se perdieron en la más absoluta oscuridad, sin oxígeno, sin nada, solo soledad y silencio,  silencio y soledad ;  muy lentamente esos troncos de araucarias, lengas y cipreses se fueron transformando en madera petrificada, en ópalo, en ágata, en cuarzo,  en pedernal.

Al llegar la edad de piedra, por fin el hombre primitivo hizo chocar dos trozos de pedernal y gracias a la sílice, de un chispazo nació el fuego.

Tuvo que pasar toda una eternidad para que se pudiera provocar una fogata con 1 encendedor de pedernal, sin embargo, en este sur lleno de nieve, un día nos encontramos tu y yo,  nuestras miradas se perdieron una dentro de la otra, y solo un instante fue suficiente para encender una hoguera y la nieve se derritiera.

Existen evidencias del control del fuego por parte del Homo erectus hace 1,5 millones de años ( en el paleolítico ) quienes fueron capaces de reproducirlo y mantenerlo. ,El pedernal que pertenece a la variedad de la sílice lo produce al chocar con un eslabón de acero

                                        
Pedernal
C ristina Leiva - Cris, Lacarancha


Dudas

 ¿Será posible
poseer los veranos,
las primaveras,
las noches estrelladas,
los días de sol.
La brisa el mar rocío
de miel tu agua
tu lengua vigorosa
así, con sus misterios,
sin miedos,
con fuego,
sin dudas,
y que hechizados rituales 
con cuencos oboes y gongs
guíen a la muerte
cuando llegue mi fin
y al fin pueda sentirme libre?

Dudas 
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha




Oscuridad

 Pregunté una noche
¿Es oscuro el amor?
¿Es Miel? ¿Es Néctar?
¿O son gritos inaudibles,
roncos, fríos, muertos?...

El silencio respondió:

“Es solo un abrazo hueco.
El amor tiene
luces que encandilan,
sombras, lágrimas,
almas prisioneras de
lenguas, de sexo,
lujuria obsesiva
en primavera,
desvelados deseos,
pensamientos calientes
que queman en las
noches sin lluvias
de sedientos veranos
que anulan la razón
y después …
la oscuridad”

Oscuridad
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha





Fantasmas


Desconsoladas,

mis hojas muertas crujen

desconociendo

primaveras y risas

condenándome

a oscuras noches de fríos

y eternos inviernos

poblados de fantasmas


Fantasmas
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha

Primavera primavera


Un abrazo finito y tibio
la contiene
la acaricia
la sostiene
la esperanza
la levanta.
Allí está el sol calentando su brote.

En la fuente de la esquina
gotitas de colores dibujan un arcoíris
y del organito callejero
negras,
blancas,
redondas
escapan divertidas
persiguiendo un tango.

Flores silvestres
agradecidas,
elevan sus corolas al sol del este
quién les obsequia
con la vida,
poesías de Carriego
de Borges
de Sábato.

Es 21 de setiembre
Y celebran su llegada.


Primavera primevera
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha



Súplicas a mi memoria


No me abandones, no
que sin vos muero de pena.

No me abandones, no
que si no estás, en mi pecho nace
un mar espeso…  denso… salado
que me inunda el alma
ahogando mis gritos
ante la realidad que me circunda.

No me abandones, no
que si te vas
no puedo rebelarme con toda la furia
que se esconde agazapada
detrás de mis oscuras montañas
camufladas de mansedumbre
esperando vencer mi cobardía.

No me abandones, no
por favor, no me abandones,
por todos los ojos
por todas las vísceras
por todos los cuerpos
por todas las manos
por todas las “ni una menos”
por todos los “nunca mas”
por todos los “donde está”
por todos los “Santiago”.

Por todos los nombres.
Por todos.

Que mi voz,
mi voz, sin vos,
calla.

No me abandones… no.



Súplicas a mi memoria
Cristina Leiva - Cris, Lacarancha